lunes, 27 de mayo de 2013

5x07 ADA

Priviuslí, en El mundo al revés: los amigos se unieron a Set y los Seguidores de Suty y se esconden en sus instalaciones, ya que son fugitivos de la justicia y los DA también los persiguen.




La tensión en el coche era palpable. Ya no era solo que se sintiese ridícula con la peluca negra y larga, ni que Osi pareciese un niño que se iba de excursión con aquella gorra y las gafas de pega, es que no quería volver y nadie la había escuchado.

OSI: Este Set —trataba de dar conversación—. Cambia las matrículas y pone nuevas para que no nos pillen con este coche que nos ha dejado. Lo tiene todo pensado...

ADA: No deberíamos volver —interrumpió—. Es demasiado peligroso.

OSI: Set dijo que no tenía alternativa. Tenía que ser yo. Si las cosas se ponen feas yo puedo defenderme con mis poderes. Tú eres la que no tendrías que haber venido.

ADA: Tengo mi pistola —la tocó, haciéndole sentir segura—. Y no pensarías que te iba a dejar solo, ¿verdad?

A pesar de que estaba enfadada con él por haber aceptado, le puso la mano sobre la suya, que la tenía en el cambio de marchas. Él cambió de marcha y le devolvió el apretón. Ambos sabían que era arriesgado, pero la causa lo merecía. Lo que al principio parecía un relato de ciencia ficción, acabó convirtiéndose en la lucha en la que ellos también creían y ya formaban parte. ¿Los convertía aquello en miembros de los Seguidores de Suty? Prefería no pensarlo. A Osi le llevó más tiempo que a ella aceptarlo, pero al final le dio la espalda a su religión. Algo que creía que nunca haría. Las pruebas que Set había aportado respaldando su versión eran aplastantes. Ahora era ella la que defendía a una "secta" como hacía Osi al principio de su relación con los DA.

ADA: Tendremos que tener mucho cuidado. Ya no solo nos busca la policía, que en Valencia la hay para parar un carro, sino que nos podemos encontrar también con los DA. O peor, con el propio Noé.

OSI: No te preocupes. Set ha estado planeando esto durante meses. El día que entremos en su casa él no va a estar allí. Conocen sus movimientos. Y además, vamos de incógnito —se tocó la gorra.

ADA: Por mucho incógnito que vayamos tu lunar de la nariz te delata a kilómetros. Luego te pondré maquillaje.

Otro silencio se hizo mientras la respiración intranquila de Ada era lo único que lo rompía.

ADA: Lo único bueno de esta visita es que por lo menos los veremos a ellos un ratito —sonrió, melancólica—. Todavía no me lo creo.

OSI: ¿Lo sigues echando de menos, no?

ADA: Ya no tanto como al principio, pero ya sabes. Juntos desde parvulitos y la separación fue tan brusca...

Esta vez fue Osi quien la confortó tocándole la pierna. Aún con todas las veces que habían discutido, sus mil diferencias y lo insoportable que ella misma reconocía que había sido en ocasiones, él seguía a su lado.

Después de conducir por carreteras lo más apartadas posible de la civilización, llegaron a la pequeña aldea donde habían quedado. Ni un alma por la calle, lo cual jugaba a su favor. Aparcaron el coche y se dirigieron al parque, pero en una esquina a lo lejos un hombre con el pelo largo pareció asustarse al verlos y se dio a la fuga.

ADA: ¿Nos ha reconocido alguien desde tan lejos e incluso con la peluca y todo?

OSI: No lo sé, pero no podemos dejarle ir —se ajustó la gorra y las gafas y se puso a correr. Ella lo siguió.

ADA: ¿Y qué piensas hacerle si lo alcanzamos? ¿Lo vas a matar?

OSI: No lo sé, Ada. De momento tenemos que cogerle o todos nuestros planes se irán al garete.

ADA: Lánzalo con tus poderes —empezaba a fatigarse. Seguirle el ritmo a Osi era difícil. Ya corría bastante rápido antes, pero desde el entrenamiento con Set se había convertido casi en un atleta. Y en su cuerpo también se notaba, para su disfrute.

OSI: No puedo lanzarlo a ninguna parte si no lo veo. Y menos de tan lejos.

ADA: Yo te espero aquí —se paró casi asfixiada. Mientras Osi había estado entrenando ella había estado aposentando su trasero en el sofá y viendo la tele. Poco más había que hacer en las instalaciones de los SS una vez le enseñaron cómo manejar un arma.

En unos segundos que agachó la cabeza para respirar ya lo había perdido de vista. Pero en su lugar notó una presencia detrás suya, para a continuación oír el sonido de cómo quitaba el seguro de un arma. Ada levantó las manos y se dio la vuelta poco a poco, pero no estaba dispuesta a tirar la toalla llegados a este punto. Sin pensárselo dos veces y sin mirar, se tiró a los pies del atacante para desequilibrarlo, cayendo los dos al suelo. Le cogió la muñeca para que soltara el arma y le dio un codazo en la cara, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás. Ada se puso las manos sobre la boca.

LUIS: ¡Loca del coño! ¿Qué haces con esa peluca negra? —su cara cambió del dolor a la alegría—. Pensaba que eras de los DA.

Aún revolcados por el suelo se dieron un abrazo.

ADA: No me puedo creer que seas tú —se apartó un poco y lo miró. Estaba cambiado. Más serio. Más adulto. Con un corte de pelo tan formal que no era propio ni del antiguo Luis. Hasta llevaba el pelo de su color moreno natural—. Con esa ropa de pordiosero no te había reconocido.

LUIS: Nena, si te parece me pongo mis mejores galas para venir de incógnito. ¿Te apartas de encima? —Ada se levantó avergonzada—. Gracias.

ADA: No sabía que los DA os seguían a vosotros también.

LUIS: Y en teoría no lo hacen, pero hay que estar preparado por si les da por ahí. Estoy seguro que a Noé no le hizo ni pizca de gracia que aquí su exmarido dejara la organización de aquella manera.

Por detrás aparecieron Osi y Jaime, que era el hombre del pelo largo que había seguido antes. Luis se tocó la cara donde Ada le había golpeado y gesticuló de dolor.

ADA: ¡Hombre! Sin tu pelo engominado hacia atrás no te había reconocido —se había prometido a sí misma que no le reprocharía lo maleducado que fue Jaime cuando se puso a salir con Luis y no respetaba a los heterosexuales, pero a veces le costaba intentar ser agradable con las personas que no lo habían sido con ella.

Jaime le dio un abrazo inesperado y ella se dejó abrazar.

JAIME: Siento mucho que me comportara como un capullo.

Ada abrió los ojos sorprendida y lo rodeó con los brazos. Miró a Luis por encima de su hombro y él la miraba satisfecho con lo que tenía pinta de haber sido todo obra suya.

JAIME: Me siento tan culpable de casi decirle a Noé lo de los poderes de Osi...

ADA: No te preocupes, Luis me lo ha ido contando todo por teléfono. Lo importante es que al final tomaste la elección adecuada.

Después de las salutaciones, se apartaron a un lugar más recóndito, aunque el pueblo lo era de por sí.

OSI: Imagino que ya habrás visto a tus padres, Luis.

LUIS: Sí. Venimos de vez en cuando a hacerles una visita. Pero no mucho. No quiero que Noé se entere de que Jaime anda por aquí otra vez —entrelazaron las manos.

JAIME: Es muy protector conmigo desde que nos fuimos de España —puso su mano sobre la suya.

Se les veía no solo enamorados, sino compenetrados como si fueran un solo ente.

LUIS: ¿Y vosotros cómo estáis? Desde que os vi por la tele como los terroristas supe que os habríais involucrado de alguna manera. El pobre Efrén tuvo que pagar el pato.

A Ada se le retorció el estómago. Hacía tiempo que no se acordaba de él.

OSI: Por lo menos Bruno se quedó con Zac y ahora están los dos a salvo. Pero no se saldrá con la suya. Nos vengaremos de Noé en nombre de Efrén y de todas sus víctimas inocentes.

Todos sonrieron tratando de ahogar la amargura de aquel triste recuerdo.

JAIME: Bueno, basta de cháchara y vayamos al grano. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo —sacó un papel escrito de su bolsillo—. Esta es la combinación de la caja fuerte de Noé.

OSI: ¿Estás seguro de que no la habrá cambiado?

Jaime resopló, gesticulando.

JAIME: ¡Caramba! Con lo de ideas inamovibles que es él, estoy seguro que no. No creo que sepa ni que yo sabía la clave. Simplemente la abría delante mío y yo me di cuenta que era muy fácil.

Ada cogió el papel y se lo guardó.

ADA: ¿Seguro que no queréis volver con nosotros cuando acabemos con esto? Allí estaríais seguros y no tendríais que estar mirando quien os vigila y quien no.

LUIS: No —miró a su novio de manera cómplice—. A pesar de esa seguridad, no queremos involucrarnos en vuestra lucha. Y aunque sea egoísta, nos gusta el mundo como está.

OSI: Pero puede que el mundo no siga así durante mucho tiempo.

Jaime volvió a mirar a Luis con esa compenetración y ese lenguaje corporal que emanaban.

JAIME: Si lo cambiáis, ya veremos lo que pasa —sonrió de nuevo.

ADA: Bueno, chicos. Nos vemos cuando todo este jaleo pase.

LUIS: ¿Eso crees de verdad? —se despidió con otro abrazo.

ADA: Estoy segura.

LUIS: Con esos codazos que pegas como para que alguien se enfrente a ti.

ADA: Tonto —le frotó la cabeza con pena de tener que separarse de nuevo.

Después de la despedida, Ada y Osi se dirigieron a lo que Set les había indicado que era la nueva casa de Noé. Por suerte para ellos, en una pedanía a las afueras de la ciudad. Suponía que no querría llamar la atención. Después de que lo delatara Efrén habría tenido más cuidado. Después de todo, la jugada de incendiar la casa que le había alquilado a David le podría haber salido mal si algunos de los papeles hubieran sobrevivido a las llamas.

Jaime y Luis se fueron por su lado y Jaime se percató de lo preocupado que parecía Luis.

JAIME: Estás preocupado por ellos, ¿no?

Luis lo miró confuso de que él hubiera leído tan claramente lo que pasaba por su cabeza, pero asintió en silencio.

JAIME: Yo tampoco estoy convencido de que vaya a ser tan fácil entrar en casa de Noé... Pero se me ocurre...

LUIS: No —le prohibió sin dejarle terminar.

JAIME: Sabes lo culpable que me siento de lo imbécil que fui con ellos al principio...

LUIS: He dicho que no. Dijimos que no nos involucraríamos en su lucha. Y esto puede ser el motivo por el que Noé se entere de que aún sigues por aquí.

Ahora fue el turno de Jaime de permanecer callado, con ojos de cordero degollado.

LUIS: No te pongas así.

Jaime lo volvió a mirar con esos ojos y Luis suspiró.

LUIS: Ya veo. Hasta que no hagas algo por ellos no te vas a sentir bien. Pues vale —se cruzó de brazos—, haz lo que quieras. Pero que no implique el que te pongas en peligro.

Él le sonrió satisfecho y empezó a hablar como si ya lo tuviera todo planeado.

JAIME: Solo voy a crear una maniobra de distracción para despejar la zona de personal de seguridad y que entren de una forma más sencilla.

LUIS: Te esperaré en el coche. No pienses que te voy a dejar hacer ninguna locura.

Jaime le besó en la mejilla y luego le cogió la cara con ambas manos y le dio otro beso en los labios. Luis le hizo lo mismo y se tocaron frente con frente de manera cariñosa.




Ada y Osi no daban crédito a lo que estaban viendo. Como si tuvieran la peste, allá donde se acercaran dentro del perímetro de la casa de Noé, los seguratas parecían irse hacia otra parte. Según oyeron por los walkie talkies había ocurrido algo que tenían que acudir a ver.

Sin moros en la costa, seguir las instrucciones que Set les había dado para entrar en la casa sin activar las alarmas fue coser y cantar. La duda aún rondaba sobre la contraseña de la caja fuerte.

Como si de ladrones de guante blanco se tratase, Ada y Osi seguían fieles a sus disfraces, pero además se habían vestido de negro y puesto guantes, para no dejar huellas que los pudieran incriminar en más crímenes todavía.

Allí estaba exactamente donde su cuñado les había dicho que estaría. La caja fuerte estaba escondida detrás de un cuadro, como en las mansiones de los ricos.

ADA: Es que es clásico hasta para eso.

Introducir la contraseña fue tan meticulosamente calculado como desactivar una bomba. Parecía que si lo hacían despacio la incertidumbre de si funcionaría o no se disiparía a un ritmo que pudieran asimilar.

Clac. La caja se abrió para sorpresa de ambos. Sonrieron de alivio y volvieron a respirar en lo que pareció un minuto bajo el agua.

Pip, pip, pip. Ese otro sonido no les gustó tanto. Una cuenta atrás de un minuto se puso en marcha y un mensaje apareció en una pantalla en el fondo de la caja fuerte: "Introduzca huella dactilar".

Ada se tapó la boca con las manos.

OSI: Estamos perdidos —a pesar de todo lo fuerte que se había vuelto esa inseguridad suya nunca se le iría del todo.

ADA: Mírame —le cogió la cara—. No hay nada perdido. Encuentra la tarjeta entre todo este papeleo y nos vamos.

Los dos revolvieron todo el contenido de la caja y como si fuera un milagro de Asir, la tarjeta como se la había descrito su hermano cayó de un sobre. La cogieron y se marcharon por donde habían venido. Aún les quedaban treinta segundos y la casa no era tremendamente grande. Lo que ya no sabían era qué pasaría al acabarse el temporizador. Ellos se apresuraron por si acaso el clásico Noé, pero modernizado según comprobó, se hubiera puesto en el extremo y la casa volase por los aires. No sería la primera vez que recurría al fuego para destruir pruebas.

Saliendo ya de la casa a toda prisa una alarma empezó a sonar. Pero nadie acudió, que ellos pudieran ver. Una suerte que aquella distracción ocurriese justo cuando tenían que entrar.

Cuando llegaron al coche llamaron desde una cabina de teléfono cercana a Jaime para contarles que todo había salido bien y para darle las gracias.

JAIME: Suerte consiguiendo la otra tarjeta.

OSI: ¿Qué otra tarjeta?

JAIME: La otra que necesitáis para entrar en el Consejo. Pensaba que lo sabíais y que tendríais la otra. O al menos un plan para conseguirla.

Ambos enmudecieron de decepción. Se despidieron de Jaime y Luis sin saber la ayuda que les habían proporcionado y se dirigieron hacia el coche en el más absoluto silencio.

ADA: ¿Estás diciendo que después del riesgo de venir hasta aquí no ha servido para nada?

Osi estaba allí pero no parecía estar escuchando.

ADA: ¿Me oyes?

OSI: Creo que sé cómo conseguir la otra tarjeta.

Su mirada perdida se transformó en decisión, penetrando en los ojos de ella y dándole la respuesta que no tuvo que pronunciar. Luis y Jaime no eran los únicos en disfrutar de esa complicidad que solo se construye con los años.

ADA: Tu madre Epifanía.

OSI: Mi madre —hizo una pausa reflexiva—. Ella es del Consejo. Ella tiene que tener otra tarjeta.

Dejando la conversación inacabada, al girar la esquina una mujer de mal aspecto merodeaba por su coche. A Ada no se la iban a dar con queso otra vez y sacó su arma apuntándole directamente. La mujer se dio la vuelta y sacó su pistola también. Pero antes de que pudiera levantarla, Ada ya le había dado una patada en la mano que la había dejado desarmada. Sin embargo, lo que más la distrajo fue reconocer aquel rostro desagradablemente conocido.

ADA: ¡TÚ! —gritó atónita, pero sin bajar la pistola.

—Entre todas las personas con las que me podía encontrar en el mundo y me tengo que encontrar contigo —no parecía acobardada por el arma que le apuntaba a la cabeza—. Ni con esa peluca barata puedes esconder tu cara de pecadora. Asir provee y tú serás castigada por reproductora y por terrorista.

ADA: Cállate la boca, hija de puta.

La forma en que abrió los ojos Osi le confirmó lo resentida que tenía que estar con ella para haber dicho una palabrota que nunca decía. Pero el sentimiento se avivó como la gasolina a las llamas al recordar de golpe todo lo vivido por su culpa.

—Vamos, dispárame. Es tu manera de solucionar las cosas —se le acercó envalentonada—. Matar a la gente que no piensa lo mismo que tú.

ADA: Lo de Israel fue una muy mala decisión y si pudiera volver atrás cambiaría lo que hice. Tú trataste de destruir mi vida y eso es algo que se hace a conciencia, no en un acto reflejo como me pasó a mí. ¿No tuviste bastante con pegarme una paliza con tus amiguitos a la salida del pub de ambiente?

—No, te mereces eso y más —seguía provocándola.

OSI: No la escuches, Ada. Vámonos.

—Eso, eso. Vete. Cobarde. Acaba lo que empezaste y mátame —se puso tan cerca que su pecho ya tocaba la pistola.

Ada se retiró, pero no dejaba de apuntarla.

ADA: Un momento. Qué haces aquí en la calle como una vagabunda —se paró un instante a observar su deplorable apariencia—. Por qué no estás en la cárcel.

—¿La cárcel? —resopló—. Cuatro palabritas y cuatro buenas acciones en el nombre de Asir y una vez finges estar arrepentida te dejan salir enseguida.

Algo seguía sin cuadrarle y se movía inquieta de un pie a otro.

OSI: ¡Baja el arma y vámonos! Pueden estar cerca —miraba desconfiado hacia los lados.

—Remata la faena y vete tranquila. Nadie me iba a echar de menos. Desde que salí de la cárcel me ha sido imposible encontrar trabajo, así que sobrevivo de lo que pesco en la basura. Y esa comida que lleváis dentro del coche me hubiera servido. Pero ahora que estoy muerta me da igual. Dispara —se volvió a acercar a ella como suplicando un acto de caridad, ya sin rabia.

ADA: No —bajó el arma—. Yo no soy así. Aquello fue un error. Un error que estuve pagando con horas de insomnio hasta que lo superé. Un error mortal. Pero de los errores se aprende. Y yo no voy a ser quien termine con la patética vida que tú misma te has buscado.

La exenfermera intentó atacarle, pero Ada le propinó un golpe en la cabeza con la culata de la pistola que le salió del alma. Al menos obtuvo satisfacción. La mujer cayó al suelo y Ada y Osi se metieron finalmente en el coche.

ADA: Al menos esto nos hará ganar unos minutos hasta que nos delate.

OSI: Estoy muy orgulloso de ti —le dio un abrazo antes de arrancar el motor.






Próximo episodio: lunes, 3 de junio de 2013 a las 21:00.

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