lunes, 16 de abril de 2012

4x07 VIDA O MUERTE (Primera parte)


Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén confesó a la policía lo que sabía sobre Noé y los terroristas y a continuación alguien le provocó un accidente con su coche.

Los padres de Efrén, Quim y Ximo, viven y trabajan en Reino Unido. Y su hermano, Romeo, estudia en un internado.




PARTE 1


La ambulancia que llevaba a Efrén a urgencias llegó rápidamente al hospital La Caridad. En la entrada estaba esperando Zac, que era el contacto de emergencia que los ATS habían encontrado en el móvil del accidentado. Por el camino habían logrado reanimarlo, pero su condición era muy grave.

ZAC: Te quiero —le dijo cogiéndole de la mano a su marido entre lágrimas, mientras corría al lado de su camilla, que la estaban metiendo en quirófano.

Efrén sonrió levemente, pero pese a sus esfuerzos no fue capaz de articular palabra. Cuando traspasaron unas puertas no dejaron continuar a Zacarías, que se quedó en la sala de espera. Un enfermero se le acercó y le pidió el seguro de su marido, ya que aquello era un hospital privado. Zac se fue corriendo a casa a buscarlo, sabiendo que no estaba lejos y que la cirugía tardaría, según le dijeron los médicos antes de entrar.

Una vez llegó corriendo a la casa de ambos, se puso a rebuscar entre los cajones y al coger un pequeño tomo que parecía un diario, una hoja de papel cayó de dentro. La cogió para dejarla donde estaba, pero al abrirse no pudo evitar leerla:

«Si vas a la policía o se lo cuentas a alguien, tu marido y tu hijo están muertos. Sabes a lo que me refiero. Disfruta de la Renovación. Puede ser tu última.

Ya sabes quién soy.»

ZAC: Qué extraño —pensó—. Parece una amenaza muy seria… ¿O será una broma? No lo creo… ¿Sería esto lo que me quería decir?

Le echó una ojeada al diario y supo que lo que le ocultaba era algo muy gordo, como bien le había dicho en la nota que dejó Efrén antes de tener el accidente.

ZAC: Me siento mal. No debería de mirar esto. Es un diario personal —dijo en voz alta, metiendo el papel que se había caído dentro y cerrándolo de nuevo—. Que me lo cuente él. Confío en él. Aquí están los papeles del seguro…

—¿Hablas con alguien? —preguntó una chica desde el comedor.

ZAC: No, no. Me vuelvo al hospital, que ya tengo los papeles. Tú cuida del niño, que no me parece un buen lugar para que esté allí. Ya te pagaré según las horas que hagas.

—Muy bien, no te preocupes. Me puedo quedar aquí el tiempo que sea.

Zac se metió los papeles del seguro en una bolsa, pero cogió también el diario. Prefería llevarlo consigo antes que dejarlo allí.

Al volver al hospital, todos los amigos estaban ya en la sala de espera.  Le ofrecieron sus ánimos y todos parecían muy preocupados, pero fue David el primero en darle un abrazo. El cirujano salió para informarle a Zacarías de que Efrén había sido operado con éxito, pero permanecía en cuidados intensivos, con pronóstico reservado. No sabía si se iba a despertar. Todos se quedaron hechos polvo al conocer la noticia, especialmente su marido, pero insistió en que se fueran a casa. Era casi mediodía y llevaban allí desde la madrugada anterior. Al marcharse los demás y sentarse a esperar él solo, volvieron sus pensamientos sobre la nota que había descubierto y el diario. Se le pasó lo peor por la cabeza y pensó que quizá no despertaría para contarle eso.

ZAC: ¿Y si eso que esconde es la causa de ese accidente de coche tan extraño en el sitio ese tan apartado? —meditaba él—. ¿Y si no fue un accidente y fue provocado? ¿Y si con ello puedo averiguar los culpables de esto?

Demasiadas preguntas y una sola manera de resolverlas: abrió el diario desde el principio y se puso a leerlo. Conforme pasaba las páginas experimentó un diverso arco de emociones. Primero de amor hacia su marido, que empezó a investigar con el fin de poder encontrar a Benjamín. Benjamín. Hacía tiempo que no pensaba en él, pero nunca se podría olvidar de aquella misteriosa desaparición. Estaba claro que la gente desaparecía periódicamente. Era algo normal. Pero no imaginaba que un día le tocaría tan de cerca. Después sintió curiosidad. Los padres de Tirso trabajaban para alguien que tenía como objetivo a los Discípulos de Asir. Lo que él pensaba que era una simple secta resulta que conforme seguía leyendo se convertía en una entidad más y más poderosa, con tentáculos en todos los ramales de la sociedad.

ZAC: Un momento —pensó—. ¿Pueden ser ellos los culpables de que las personas a las que voy a dar comida estén escondidas? Según dijo Néstor por culpa de esos cabrones… Y luego se calló. ¡Y le dijo a la madre que por qué nombraba a Asir! ¡Santa Ast! —Se alegró por un momento de haber llegado a esa conclusión él solo—. Mierda. Mierda, mierda y más mierda —cayó en las repercusiones—. Y por ello a lo mejor Efrén tuvo este accidente. ¡Se lo provocaron! O si no, ¿para qué iría él por ese camino a esas horas de la noche? Me dijo que me quería contar algo y va y justo le pasa eso…

Un bostezo le interrumpió el hilo de pensamientos y justo en ese momento llegaba Osi con su pijama de médico y su bata. Él estaba trabajando esa noche y se pasaba de vez en cuando para ver si había novedades.

OSI: ¿Alguna noticia?

ZAC: No, qué va —volvió a bostezar.

OSI: ¿Desde cuándo no duermes?

ZAC: ¿Cómo? Pues… Desde…

OSI: Anda, hazte un favor a ti mismo y vete a casa a dormir un poco. Lo tienes aquí al lado. Aunque solo sean unas horas. Is y yo estaremos por aquí, y si hay cualquier progreso te avisamos enseguida.

ZAC: No sé yo si…

OSI: Venga, hombre —le dijo levantándolo de la silla y empujándolo para que se fuera—. Descansa un poco, que estas sillas son mortales para dormir.

Después de oír las palabras sabias de su amigo se iba a ir a su casa, pero su curiosidad le llevó a otra parte. Una vez en la Universidad Politécnica, despertó a las personas a las que llevaba comida con un sobresalto, por las horas de la madrugada que eran. Al confesarle a Néstor lo que había averiguado su marido Efrén y lo que le había pasado, él no tardó en darle la razón. Ellos también huían de los DA.

—Algunos de nosotros averiguaron, como tu marido, cosas que no debíamos. Otros tienen motivos diferentes para estar aquí. Pero el resultado de saber lo que no deberías es lo que le ha pasado a tu esposo. Ten mucho cuidado a partir de ahora. O podrías acabar viviendo una vida como la nuestra…

ZAC: Se podría decir que sois fugitivos…

—Llámalo así si quieres.

Zacarías se fue asustado hacia su casa. Estaba pegando cabezazos a la vez que andaba hacia su piso, pero el sonido de los petardos, incluso a esas horas, lo devolvía a la realidad. Llamó a Osi para ver si había novedades, pero todo seguía igual, así que en cuanto llegó a casa y su oreja tocó la almohada, cayó rendido.

Mientras tanto en el hospital, Osi se había puesto su ropa de calle para marcharse ya, pero se encontró con David.

OSI: ¿Pero qué haces aquí a estas horas?

DAVID: Ay, Osezno. Que estaba en casa de Helios durmiendo y no podía pegar ojo. Le he dicho que me trajera para ver cómo iba.

OSI: Pues sigue igual. De momento no ha recuperado la consciencia.

DAVID: Qué mal, Osi. ¿Y si no despierta y no tengo la ocasión de arreglarme con él? ¿Sabes el tiempo que llevábamos enfadados? Creo que no podría con eso…

OSI: Podemos hacer una cosa —dijo pensativo—. Te puedo colar sin que se entere nadie y tú lo ves, pero a través de un cristal. Como he hecho antes con Zac. Pero un momentito solo.

DAVID: ¡Muchas gracias! —le dio un abrazo, emocionado.

Osi se fue a su casa y dejó a David a solas con Efrén para que le dijese lo que quisiese a través de un cristal. Solo de verlo en esas condiciones le partía el corazón. Pero necesitaba hacerlo.

DAVID: Espero poder decirte esto cuando te despiertes. Eras tan buen amigo mío y de repente… En fin. Que os deseo todo lo mejor para ti y para Zac. Os queréis y eso se nota. Seguro que cuando recuperes la consciencia os ponéis a tener hijos como conejos y sois felices hasta que seáis abuelitos —notó que se le humedecían los ojos—. He sido egoísta. Espero que puedas oírme. De verdad que lo siento. Tienes que entenderme. Tienes que entender por qué me sentó tan mal lo tuyo con Zac. No solo porque fuera mi ex, es que yo… Yo te quer…

¡Pip!

Una de las máquinas hizo un pitido y a David le pareció ver que Efrén movía un dedo.

HELIOS: ¡David! —apareció por detrás—. Por fin he aparcado. ¿Sigue igual entonces, no? —preguntó apenado. Cuando se giró se dio cuenta de que tenía los ojos llorosos—. ¿Estás bien?

DAVID: No. No estoy bien —le acarició la cara—. Mejor nos vamos. Aquí no podemos hacer nada. Bastante mal me sabe que me hayas traído aquí en medio de la noche. Que tú mañana trabajas.

HELIOS: Che, no pasa na. La situación es entendible. ¿Te vuelves a mi casa?

DAVID: Mejor llévame a la mía. No quiero molestarte más.

HELIOS: Que no me molestas, tonto —le dio un beso cariñoso en los labios y se fueron abrazados.

La escena la estaba contemplando Noé desde su escondite. Leocadia estaba detrás de él y la niña parecía la mar de contenta de haber salido por fin a la calle. Esperaron a que la enfermera que había dejado pasar a David se fuera al baño, y cogió una cuña de madera y la apretó contra la puerta para que no pudiera salir. Después se colaron en la habitación donde estaba aislado Efrén.

NOÉ: Vaya, vaya, vaya. Con que estás inconsciente. Espero que puedas hacer algo —le dijo severamente a la niña, luego siguió dirigiéndose a Efrén—. Casi lo consigue Eliseo. Hace un buen trabajo, el hombre. Pero al final, si quieres que algo se haga bien, lo tienes que hacer tú mismo… Luego saldrás en las noticias como todos esos casos de misteriosas desapariciones o de muertes en extrañas circunstancias. No… ya arreglaré yo eso. Los Discípulos nos ocupamos de borrar el rastro de nuestros secuestros o de nuestras liquidaciones. A ver si te crees que eres el primero en meter las narices en nuestros asuntos. Que desaparezca gente hoy en día se ve como algo normal, y todo gracias a nosotros. Bueno, no te creas que los matamos a todos. Algunos nos los quedamos. Pero eso ya no es asunto tuyo… Qué chispa que tengo, aquí contándote mi vida —dijo retorciéndose su canoso bigote—. Por cierto, que sepas que no tenemos a tu hermano. Era un farol. Pero me alegro de que picaras el anzuelo. ¡Leocadia! Empieza con las preguntas.

—Está durmiendo. No puedo.

NOÉ: Podrás.

La niña lo intentó, pero Efrén evidentemente no contestaba. Noé la forzó a que lo intentara otra vez y le dio un cachete en la cabeza. Ella ponía todo su empeño tratando de demostrar que podía. Pero después de unas cuantas tortas de Noé, se puso a llorar de impotencia. Él le tapó la boca.

NOÉ: ¡Basta! —le dijo bajando la voz—. No podemos llamar la atención. ¡Vuelve a preguntarle!

Leocadia se concentró y puso todo su empeño en la pregunta.

—¿Le has contado a alguien más, aparte de a la policía, lo que has averiguado sobre los Discípulos de Asir?

Los labios de Efrén se movieron solos, sin abrir los ojos. Solo las constantes vitales parecieron indicar mayor actividad cerebral.

EFRÉN: No —contestó a duras penas.

NOÉ: Mejor —sonrió maléficamente—. Así solo me tendré que ocupar de uno —sacó una jeringuilla con algo de líquido blanquinoso que llevaba en la chaqueta preparada—. Va a ser bastante fácil hacer creer a la gente que moriste de un accidente de tráfico. Ya estoy viendo los titulares —gesticuló estirando la palma de la mano derecha—. “Ex futbolista muere en accidente de coche, teniendo antecedentes de conducir bajo el efecto de las drogas tres años antes.” Queda bien, ¿verdad? Encima ayer, un sábado por la noche y en Fallas. La gente sacará sus propias conclusiones —clavó la aguja en su vía e inoculó el líquido dentro—. Las muertes post quirúrgicas son muy habituales. Nadie sospechará nada.

Bum, bum, bum. Se oían golpes en la puerta del baño por la enfermera que no podía salir. Él miró y se apresuró.

NOÉ: Podrías haber sido un gran archienemigo. Pero no podemos arriesgarnos más. Es un caso de vida o muerte. Y al final… la curiosidad mató al gato.

Cuando las máquinas dejaron de monitorear el pulso y pasaron a emitir un molesto pitido, cogió a Leocadia de la mano, que estaba roja de llorar y del esfuerzo que había hecho, fue a la puerta del baño y quitó la cuña dándole una patada y apartándola bien lejos para que la enfermera no la viera.

NOÉ: ¿Está usted bien? —preguntó amablemente cuando salió la enfermera del baño, apurada.

Al ver a un hombre canoso con bigote, tan bien vestido y con una niña de la mano se tranquilizó.

—Gracias por sacarme.

NOÉ: De nada. Se habría atascado la puerta. Por cierto, viene un pitido de por allí —dijo señalando hacia la habitación de Efrén y siguió caminando cogiendo a Leocadia de la mano.

Las horas habían pasado y Zac por lo menos había descansado algo. Se había despertado optimista. Creía que esa actitud ayudaría a la recuperación de su marido. Además, tenía ganas de contarle lo que había averiguado. Tenía ganas de compartir eso con él y de arreglar las cosas. Ya no tenían que haber más secretos entre ellos. Ni por una parte ni por la otra. Pero al llegar a la habitación y encontrársela vacía, se temió lo peor. Y acertó. El mundo se le vino encima. Si aquello eran las consecuencias de lo que sabía, mejor que no se enterase nadie más. No podía contárselo a nadie. Y mucho menos a sus amigos.


Próximo episodio: lunes, 23 de abril de 2012 a las 21:00.

1 comentario:

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